lunes, 11 de julio de 2011

De las liebres de mi pueblo y del codo o del culo.

La liebre, como todo el mundo conoce, es un animal, atlético y veloz y familiar lejano del conejo.

Pero este animal, se usa para definir otra cosa (me refiero a la liebre, claro está, el conejo también se usa para definir un cosa, pero esa es otra historia). 

Como indicaba , la liebre, se usa para definir una buena caída. Así se dice, que tal o cual ha cogido una buena liebre, cuando pierde la verticalidad y termina arrastrándose por el suelo (en ocasiones se puedo uno arrastrar, en alguna carrera por el suelo, sin perder la verticalidad, pero esa, también,  es otra historia).

Recuerdo varias liebres en mi poco tiempo en el mundo de las carreras. Y todas ellas, excepto la última, por hacer el tonto. 

Así recuerdo un día en Sacedón, corriendo con Mary Cruz, fui a saltar una piedra, calculé mal la distancia de la misma y caí de cara. Con la suerte, de que puede poner las manos. Sufriendo pequeñas erosiones y Mary Cruz un susto del 15.

Otro día, en Guadalajara, nos encaminábamos hacia el Pedro Escartín, con gran cantidad de gente por un partido de la Selección Sub-21, cuando me puse de espaldas para decir alguna sandez. Al volverme, no calculé un bordillo y zas, al suelo, ante las risas de los allí presentes. Erosiones y un guante roto.

Y la última, bueno la penúltima, fue hace apenas un par de meses, ya iniciado el mes de mayo. Un jueves de entrenamiento con el club. Salimos con 14 o 15 y curiosamente, no nos acompañaba ninguna chica. Cuando de repente, apareció, como una ninfa flotando delante de nosotros, una espectacular rubia, con esculturales medidas (92,5 x 58 x 89). Iba equipada con un sujetador deportivo (copa C, sin aros) y unas mallas blancas (dejando traslucir aquel invento del genovés Ficcardi en Brasil, denominado tanga, de color negro, con puntillita). Las murmuraciones, exclamaciones y  demás desvaríos de tan descomunal desbandada de testosterona (15 machos, en edad de procrear, con la mente calenturienta y la hipoxia típica de correr). Hizo a la chica acelerar el paso. Claro cuanto más lo aceleraba, mas lo hacía el grupo de depredadores que la seguían, eso si, sin pasarla, recreándose en al suerte del paisajismo.

En un momento dado, me puso adelante unos metros, interponiéndome entre tan élfica criatura y el grupo, haciendo indicaciones, que igual estábamos incomodando a la dama. Cuando me volví, había dado con los huesos en el suelo y la chica, no se si agradeciendo o no mi gesto, desapareció para no volver.

Y en estas llegó el domingo. Domingo de salida por el pantano de Sacedón. Voy bordeando el pantano (como se puede ver en las fotografías, precioso). Por un camino estrecho. Ya voy de vuelta, llevo 11 kilómetros y un ritmo tranquilo. Oigo un ruido a mi espalda y pienso, será un barco, será un avión o será un perro. 

En resumen miró para atrás, cuando veo mi estabilidad en serio compromiso al pisar algo y dar con mis huesos en el suelo. Codo con heridas diversas. Codo hinchado y no se sabe si es codo herido o culo dañado, después de una noche de desenfreno gay, pero esa también es otra historia.

Que la fuerza os acompañe.
 

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