domingo, 27 de octubre de 2013

DE 3 SEMANAS PARA VALENCIA.

Y como el que no quiere la cosa, estamos a tres semanas para Valencia.

Hoy ha tocado entrenamiento con el club, hacía mucho que no iba y la verdad es que me ha gustado ver que sigue siendo numeroso. Haré lo posible por acudir, pese a que no he podido hacerlo entero. Puesto que mi entrenamiento del día, consistía en un  fartlek mejicano. Consistente en hacer un calentamiento, cercano a los 30 minutos para continuar con 7 minutos a ritmo fuerte, 7 minutos a ritmo suave, 6 minutos a ritmo fuerte, 6 minutos a ritmo suave y así sucesivamente hasta terminar en 2 minutos.

El entrenamiento ha concluido con algo más de 21 kilómetros y con una agradable sensación, puesto que vas siempre a más, al ir los minutos a menos.


Seguiremos luchando para llegar a tope a Valencia. Que la fuerza os acompañe.

Otro artículo del mismo autor, todos lunes en Nueva Alcarria, crónicas de un Padawan.





lunes, 14 de octubre de 2013

DEL CAMINO.

Quién me conoce, sabe de mi afición por el correr. Afición que me hace recorrer los caminos por los distintos sitios en los que entreno. En muchas ocasiones, no puedo disfrutarlos, puesto que si estoy entrenando a ritmos altos (altos para mí, que son normalitos para casi todo el mundo) demás tengo, con prestar atención a la pisada, a la respiración y otras historias como para mirar por dónde voy.

Sin embargo hay otras veces, en que el objetivo que busca el entrenamiento es el de regenerar. Esto es, salir a ritmo lento para hacer que el músculo elimine el lactato y se recupere antes. Esos días, intento siempre disfrutar del camino, como si estuviera paseando.

Aunque no esquivo nunca una buena charla, me gusta más entrenar esos días en solitario, a veces con música y a veces sin ella, para poder “escuchar el camino”. Escucharle y claro, verle. Ver los árboles, el cielo, las plantas, los cultivos, etc. Y también respirarle y olerle. Como decía antes, para poder disfrutar del camino en toda su extensión.

Muchas veces ese camino, se vuelve duro, empinado y pedregoso. Pero cuando esto ocurre, una vez lo superas, es cuando mejor te sientes. En ese momento, llegas a casa y cuando te estiras (pese a mi baja estatura, doy fe de que me estiro, al menos muscularmente hablando), te das cuenta, que has dejado atrás todas las preocupaciones que tenías al empezar y puedes pensar con más claridad.

Y claro cuando piensas con claridad, descubres y recuerdas cosas. Así, echas una ojeada a los periódicos y casi sonríes cuando ves a algún ministro decir que la crisis toca a su fin, porque por mucho que nos digan, el fin no justifica a los medios y más  cuando ves penar a tanta gente.

Y te das cuenta en fin, que todo sería mucho más sencillo, si mucha de esa gente que nos manda y mangonea, se dedicara, no ya a correr, sino  a andar caminos. Si caminos, a veces inexplorados, como el del sentido común y el de la bonhomía.

Y quién sabe si andaría esos caminos para no volver o para descubrir que el mundo está mucho más allá de sus ombligos.

Que la fuerza os acompañe.




jueves, 3 de octubre de 2013

DE LA NOSTALGIA.

Muchas veces nos empeñamos como locos en remar contra corriente. En luchar con denuedo y sin descanso alguno, dejando de lado cosas, que por considerar que siempre estarán ahí, no tienen casi  importancia,  aunque realmente sean fundamentales en nuestras vidas.

Solemos vivir en una especia de inmortalidad virtual, renegando del fin de nuestra existencia, aunque todo está tasado. De hecho, alguien dijo, “¿cuántas veces más recordarás cierta tarde de tu infancia, una tarde tan profundamente parte de tu ser que ni siquiera puedes concebir la vida sin ella? Tal vez cuatro o cinco veces más ¿Cuántas veces más verás la salida de la Luna? Tal vez veinte. Y sin embargo, todo es nos parece ilimitado”.

Pero todo es una ilusión, de repente el tiempo pasa y cuando desaparece de nuestra vista ese paradigma, ya es tarde. Sin darnos apenas cuenta, todo ha cambiado. Desde el marco, hasta el color del cristal con el que miramos. E incluso, aunque no nos demos cuenta, nosotros mismos, también hemos cambiado.

Llevamos ya cinco años largos de crisis y poco a poco, tanto nosotros, como nuestro entorno, nada tiene que ver con lo que había. Ya poco queda de aquellos felices 2006, 2007 o 2008. Años aquellos en que gastábamos sin mesura ninguna, nos endeudábamos sin rubor y cambiábamos de casa como de alpargatas.

En aquel entonces, que a alguien le despidieran, casi era motivo de alegría. Contaba veinte en ese parchís imaginario de la vida y avanzaba hasta la casilla siguiente. Allí le esperaba un  trabajo, seguramente más cómodo y mejor pagado. Los coches no nos duraban más allá de tres o cuatro años  y cada jueves “enterrábamos” la sartén por lo menos hasta el lunes, para comer, cenar y a veces hasta desayunar fuera de casa.

Seguramente, pasarán muchos años y lo seguiremos recordando con la nostalgia que da el pensar que ya no volverán aquellos tiempos. Pero también los recordaremos sin darnos cuenta, de que realmente, mal que nos pese, de aquellos polvos, vienen estos lodos.


Que la fuerza os acompañe.